Personas decentes by Leonardo Padura

Personas decentes by Leonardo Padura

autor:Leonardo Padura [Leonardo Padura]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Tusquets Editores S.A.
publicado: 2022-09-01T00:00:00+00:00


La confesión de Bencomo aclaró las circunstancias de la muerte de Margó, pero dejó pendiente una gran interrogación: ¿sería cierto que él no había asesinado también a Josefina Gómez? ¿Su presunto imitador era, como él decía, solo un tipo envidioso de sus habilidades?

Al coronel Osorio, que la prensa había sacado de su oscuridad o salvado de las críticas a su labor para de pronto convertirlo en una especie de benefactor de la ciudad, no le había quedado más remedio que permitirme participar de los interrogatorios. Ya bastante desvergonzada había sido su presentación con los periodistas de la crónica roja, cuando sin el menor recato se atribuyó haber tenido la sospecha de que el doctor Bencomo podía ser el Carnicero de San Isidro, autor de los dos sangrientos descuartizamientos. Con mi presencia el coronel pretendía, además, obtener la información que le permitiera crear el caso sólido prometido al fiscal, quien, por cierto, también se vanagloriaba en público de su eficiencia, rapidez y compromiso con la justicia. Un circo.

Los primeros dos días a partir de su detención, Bencomo mantuvo un mutismo ofendido, acusándonos incluso de buscar un chivo expiatorio, como había ocurrido con los otros sospechosos detenidos por Fonseca. Pero cuando Torres tuvo todos los resultados de los exámenes forenses que revelaban sin mayores dudas la culpabilidad del médico, Bencomo se derrumbó. Y en mis años como policía nunca volví a ver una confesión similar: reveló cada uno de los detalles con una distancia y frialdad que hacían pensar si el médico contaba las acciones de una tercera persona y no sus propios actos.

Bencomo había sido, en efecto, el cliente que le prometió una nueva vida a Margarita Alcántara. Solo que él no la visitaba en el burdel e, incluso, obtenía gratis los servicios de la mujer. Desde hacía meses se veía con ella en la misma Clínica de Higiene, y lo que en un primer momento fue un abuso de su poder, pronto se convirtió en una adicción. Quizás Bencomo hasta se enamoró de la prostituta de cuyas habilidades amatorias ya conocíamos, de ahí que ambos tuvieran el descuido que terminó en el embarazo. Cuando el médico descubrió el estado de la mujer, le propuso una rápida y discreta interrupción, pero habían sido tantas las promesas encadenadas en los meses de relaciones íntimas con Margó, que la infeliz lo confrontó y le exigió el cumplimiento de sus compromisos (quizás convencida de su ascendiente por vía sexual sobre el hombre). Ninguna de las alternativas que el médico le fue proponiendo sirvieron para sacarla de sus trece: ella seguiría con su embarazo y, si él no asumía su responsabilidad, no le importaba, dijo, pero también advirtió en un momento que, cuando se notara su gravidez, les contaría a sus proxenetas quién era el padre de la criatura, qué cosas hacían en las dependencias de la clínica, y ya Bencomo podría imaginar las consecuencias. A ningún chulo le gusta que usen sin pagar a sus mujeres, y menos que se las saquen por varios meses del negocio.



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